martes, 23 de marzo de 2010

El abrebocas

Resulta difícil no caer en los desagradables clichés a la hora de referirse a la inauguración de los Juegos Suramericanos. Resulta difícil no sentir aunque sea una pizca del mítico y devaluado orgullo paisa al escuchar a las 41mil personas congregadas en el Atanasio Girardo gritando al unísono “Se lució, Medallo se lució” porque efectivamente se lució.
Derroche de magia y color, monumental, inolvidable. Estos son sólo un ejemplo de los calificativos que se repiten en todos los medios de comunicación para referirse a un evento que efectivamente se consolidó como uno de los más importantes que ha visto Medellín a lo largo de su historia.
La música, las acrobacias, los juegos de luces, el baile, la pirotecnia y los elementos de la naturaleza fueron la combinación perfecta que hizo aflorar las emociones de los espectadores que aplaudieron emocionados durante todo el espectáculo diseñado y dirigido por el director de teatro belga Franco Dragone.
Dos gigantescas figuras alusivas a las esculturas del maestro Fernando Botero ubicadas en los extremos norte y sur del estadio, fueron testigos silenciosos de las múltiples metáforas que se evidenciaron a lo largo de la inauguración.

Los niños, la belleza, la moda, el fuego, los paisajes, las flores, el arte fueron algunos de los elementos que fueron representados en un montaje artístico que duró alrededor de una hora, donde cientos de artistas en escena entre los que se incluyen la Red de Escuelas y bandas de música de Medellín, mostraron un verdadero despliegue de talento, sincronización y preparación. Después llegó uno de los momentos más importantes y emocionante de la noche que fue la salida de las delegaciones, y el encendido de la llama olímpica a cargo de varias personalidades deportivas del país, como la pesista María Isabel Urrutia, el gimnasta Jesús Romero y finalmente la atleta Ximena Restrepo quien fue la encargada de encender el fuego mientras una impresionante exhibición de juegos pirotécnicos estremecía no solo el estadio sino la ciudad entera.

Para algunos la inversión monetaria fue exagerada. Pero son este tipo de eventos los que hacen que el espíritu de una ciudad se fortalezca, que las personas confluyan alrededor de asuntos positivos, que se cree tejido social y que la gente pueda creer por lo menos por dos horas, que las cosas no están tan mal y que somos una ciudad que puede unirse para celebrar. Y en eso también debe invertirse.

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